Orfebrería
La Corona cordobesa de 1747
La corona de la Virgen de los Dolores, uno de los tesoros que custodia nuestra Hermandad, es una obra del relevante y creativo Bernabé García de los Reyes (1696-1750), quien la ejecutó en sus últimos años de vida y que antes había destacado por revolucionar el panorama del barroco cordobés con creaciones como las custodias de Espejo (1726), Baena (1737) y la catedral de Teruel (1742), entre otras muchas obras, y fue conocido igualmente por haber sido el suegro de Damián de Castro, quien heredó su taller tras su fallecimiento en 1750.
La pieza se inicia en un grueso aro, el cual se decora con cabezas de querubes entre puntas de diamantes. Este moldurón sirve de asiento al canasto, formado por capillas y tarjas recortadas alternantes, cerrando así su forma troncocónica invertida. Las capillas principales, centradas en el frente y en el reverso de la corona, se forman por una hornacina avenerada que a su vez se encierra en una cartela de ces enroscadas cubiertas de acantos y con un querubín en su cúspide, además de ser escoltada por dos ángeles genuflexos. Se completa con una peana soportada por tres angelitos atlantes y sobre ella se dispone en el caso del frente principal una interpretación bastante cercana de la obra de Mora, incluida esta misma corona, aunque de medio cuerpo. En la hornacina central del reverso, sobre una peana similar en la que solo aparece un niño atlante, el relieve reproduce al Niño Jesús de Pasión que hoy se venera en el retablo mayor de este templo, obra atribuida al granadino José de Risueño, y vinculada al devocionario de los mínimos. Las otras dos capillas restantes, que se ubican en los laterales, recrean similar aparto decorativo, aunque desaparece la venera y en el espacio de la hornacina se recrean atributos pasionarios. Concretamente en una aparece la recreación de la Vera Cruz en el montículo del Calvario, con el INRI y el Paño de la Verónica delante, describiéndose de fondo un grabado urbano aludiendo a la ciudad de Jerusalén. En la otra hornacina lateral, dispuestos en aspa, la escalera cruzada con la lanza y la caña con la esponja, coronando su intercesión la figurilla del gallo de las Negaciones de Pedro. Y como dijimos, junto a estas cuatro capillas aparecen otras cuatro tarjas, trapezoidales y con extremos recortados y enroscados, coronándose con un querubín y naciendo de su base dos jugosos acantos que las enmarcan. En la superficie lisa de las dos cartelas laterales de la parte trasera, vuelven a aparecer símbolos de las Arma Christi. Concretamente en una de ellas se dispone un tablero con monedas junto a la espada y la antorcha, además de la linterna y la bolsa con las treinta monedas a ambos lados. En la otra cartela aparece la columna de la Flagelación, enmarcada por el flagelo y el haz de varas. En las otras dos cartelas que enmarcan a la titular en el frente del canasto, aparecen dos devociones particulares de los mínimos de Osuna. Por un lado, al fundador de la orden, San Francisco de Paula, que aparece con su hábito y capucha, portando el báculo y señalando al sol con el lema Carithas; y por otro se recrea a Jesús Nazareno, titular de la cofradía igualmente asentada en el templo y a quien todos los Viernes Santo la Virgen de los Dolores le acompaña en su estación de penitencia.
Como dijimos, de este canasto parten ocho imperiales formados por tornapuntas de fundición, cubiertas por carnosas hojas de acanto, que confluyen en el centro enlazando con la ráfaga. Esta es ultrasemicircular, con un friso ornamental que en su frente se decora con cabezas de querubines, que, en su centro, dejan paso a una cartela que recoge el sol rodeando el lema CHA/RI/THAS, emblema de la Orden de los Mínimos, soportado por dos ángeles mancebos que a su vez portan el báculo del fundador de la orden y la palma de la victoria alusiva a la titular del templo. Y como dijimos, esta diadema también está labrada en su reverso, en esta ocasión resuelto como un friso floral menos abultado y más abierto, descrito con un delicado tallo con margaritas abiertas escoltando al óvalo central con la referida inscripción.
Creemos que la intervención o remodelación de Cristóbal Sánchez de Soto, platero igualmente prolijo y relevante de la platería cordobesa de la segunda mitad del siglo XVIII, se centró en la restauración de sus rayos, que no de modificarlos, pues siguen un diseño plenamente barroco, con rayos planos y recortados, en los que alternan rectos terminados en estrellas y flameados en punta. Y lo pensamos así, ya que para la fecha en la que pudo intervenir en esta obra el referido platero, los diseños de las ráfagas habían cambiado, imponiéndose el desarrollo de los rayos biselados y escalonados. Inclusive el orbe que remata la presea, con una cruz igualmente lisa y recortada, de brazos rectos y rayitos en el crucero, sigue el modelo antiguo, por lo que creemos que esta segunda intervención debió reponer parte de dicha ráfaga, pero no modificó en demasía el diseño originario, quizás tan solo en la desaparición de unos querubes que sobresalen el aro semicircular y parece que en principio formaban parte de la base del rayo flameante. Corona que hoy luce su mejor cara, a pesar del deterioro que sufrió la pieza con el paso del tiempo que le llevó casi a su desaparición.
Afortunadamente, en 1992 fue restaurada por el platero cordobés Francisco Díaz, dándose a conocer y convirtiéndose en una de las mejores y más representativas coronas barrocas de la orfebrería cordobesa de mediados del siglo XVIII.
Antonio Joaquín Santos Márquez
Corona del Camarín
A principios de siglo XX, se adquirió la corona de metal plateado que utiliza la Dolorosa en su camarín. Su diseño enlaza con los modelos popularizados por la casa de Plata Meneses, y reproduce una presea real a base de un aro con hojas de acantos que generan las puntas de la corona, y de las que parten las ocho bandas imperiales muy anchas y decoradas con motivos vegetales, unidas en el centro con la ráfaga. Esta es anchurosa y muestra el característico friso ultrasemicircular con roleos que se enroscan y acogen flores y hojas, los cuales, en una trama apretada y simétrica, enmarcan en el centro al orbe relevado que da paso a la cruz bulbosa que remata la pieza, y que queda escoltada por la ráfaga biselada que igualmente la perfila.
Antonio Joaquín Santos Márquez
Corazón de plata sobredorada de 1763, primero por el anverso, y después por el reverso.